Matemáticas, sistemas informáticos, inteligencia artificial y mente humana
Introducción
El siglo XX supuso una auténtica convulsión para los más profundos temas filosóficos, hubo una auténtica revolución en la física, pero también sacudió un profundo terremoto en las matemáticas y este no es tan conocido como el que sacudió la física.
El objetivo de este artículo es mostrar el teorema de Gödel y los isomorfismos de este con otras áreas del conocimiento como la física, psicología, informática, etc.
El objetivo de este artículo es mostrar el teorema de Gödel y los isomorfismos de este con otras áreas del conocimiento como la física, psicología, informática, etc.
Se trata de un tema profundo de la filosofía pues
muestra hasta qué punto la imperfección arraiga en las leyes de la física y las
matemáticas. Así que aquí, surgen cuestiones fundamentales: ¿son las matemáticas
una creación humana con sus correspondientes imperfecciones o trascienden el mundo humano y existen
independientemente de este?.
La respuesta es o debería
ser la segunda parte de la pregunta, es decir las matemáticas como ente
abstracto independiente de la creación
humana. Aunque siempre queda la duda de hasta dónde puede profundizar la mente humana
en las matemáticas y si sus imperfecciones (las de las matemáticas) no son más
que un reflejo de nuestra mente imperfecta o subyacen profundamente en los fundamentos últimos de las matemáticas.
Kurt Gödel |
Una vez que exponga el teorema de Gödel, desarrollaré los diferentes isomorfismos en diferentes ámbitos como la informática y la mente humana, donde se plantean diversas cuestiones interesantes: ¿puede un sistema comprenderse a sí mismo? ¿Se puede “programar” cualquier cosa en un sistema informático? ¿Puede el ser humano comprender el funcionamiento de su propio cerebro? ¿Se podrá algún día igualar o superar la inteligencia humana con un sistema informático?¿Puede un ordenador programarse a sí mismo? ¿Puede un ser humado distinguir un ordenador de una mente humana?
Un poco de historia
Ya en la antigua Grecia los
filósofos elaboraban ciertas paradojas filosóficas o “bucles extraños” que
quedaban en meras curiosidades del pensamiento humano y de las leyes de la
lógica. Hay una paradoja de la que hablaré más adelante llamada paradoja de Epiménides o paradoja del
mentiroso. Epiménides, Cretense hizo esta aseveración:
“Todos los cretenses son mentirosos”.
Esta inocente afirmación
escondía una revelación perversa que seguramente permaneció oculta hasta para
el mismo Epiménides. Así que en la Grecia clásica permaneció intacta la
dicotomía que consideraba el mundo humano como imperfecto frente al
contrapuesto reino de los cielos con sus luces inmutables y su precisión digna del “reloj sumo” del universo
como ejemplo de perfección absoluta.
Nicolás Copérnico fue
el primero en poner en duda este sistema situando al sol y no la tierra en el
centro del universo, con esto comenzaba a colocar la tierra como un elemento
más del universo con el consiguiente choque ideológico que supuso este cambio
de paradigma. Más tarde las observaciones precisas de Ticho Brahe dieron pie a Johannes Kepler a elaborar una teoría sobre las
verdaderas órbitas seguidas por los planetas, que no eran círculos ni epiciclos
sino elipses, una forma más imperfecta que el círculo, con lo que la dicotomía
cielo-perfecto-tierra-imperfecta comenzaba a diluirse.
Cuando Galileo Galilei observó
manchas en la superficie del sol, montañas en la luna y otros astrónomos y
filósofos comenzaron a ver los planetas como mundos distantes, esta dicotomía
desapareció completamente dando origen al saber y las ciencias modernas.
Con la llegada de Isaac Newton, la
ciencia determinista moderna alcanzaba su cénit y los filósofos comenzaban a
hablar del final de la ciencia pues las leyes deterministas de Newton podían
predecir el devenir del universo con tanta precisión como se quisiera.
De algún modo la dicotomía
perfección-imperfección había pasado del mundo humano-cielo al mundo
humano-leyes de la física.
El primer fiasco fue doble
Casi al mismo tiempo y en
dos magnitudes contrapuestas (lo muy grande y lo microscópico) se descubrió que
las leyes de la física, lejos de su perfección newtoniana eran más escurridizas
y extrañas de lo que se había pensado nunca.
En 1905 primero y más tarde
en 1915, Albert Einstein formuló sus dos teorías de la relatividad que
supusieron un shock para la cosmología de la época y revolucionaron la concepción del universo. Por otro lado en 1925 Werner Heisenberg dentro del marco de la nueva teoría de la mecánica cuántica, estableció
la imposibilidad de que determinados pares de magnitudes físicas sean conocidas
con precisión. Por ejemplo, la
posición y el momento lineal (cantidad de movimiento) de un objeto dado.
Einstein y Gödel charlando. Tomado de La bella teoría. |
Se trataba de teorías
completamente inesperadas y fuera del sentido común de los humanos, incluso a
Einstein le costaba aceptar el principio de incertidumbre de Heisenberg lo que
puso de manifiesto con su famosa frase: “Dios no juega a los dados”. Sin
embargo las matemáticas que subyacen a estas dos teorías aunque complejas son
exquisitas en el sentido de que hacen predicciones de ambas teorías con la
misma exactitud que Newton calculaba las órbitas de los planetas. Así que
aunque la física cayó en el mundano mundo imperfecto, quedaban las matemáticas,
(ese ente abstracto e ideal) como último
bastión de la perfección absoluta.
Y
llegó Gödel
En 1931 un matemático nacido en el imperio austrohúngaro, actual república Checa llamado Kurt Gödel publicó
su famoso trabajo llamado “Sobre proposiciones formalmente indecidibles de Principia Mathematica y sistemas relacionados” en el que utilizó el rigor de las matemáticas para demostrar, que las
matemáticas son incompletas. Gödel demostró que en cualquier sistema lógico
basado en axiomas y reglas de inferencia, existen enunciados en los que no es
posible decidir si son verdaderos o falsos, basándose en la propia lógica
matemática del sistema.
Antes de
Gödel, los matemáticos se limitaban a demostrar si un enunciado era verdadero o falso. Con Gödel surge una
diferencia sutil entre los conceptos de verdad/falsedad y demostrabilidad.
Gödel
retomó la vieja paradoja de Epiménides del mundo clásico y la tradujo al
formalismo del lenguaje matemático. Utilizó el razonamiento matemático
para explorar el razonamiento matemático. El teorema de Gödel aparece como proposición
VI de un artículo suyo “Sobre proposiciones formalmente indecibles en los
principia matemática y sistemas relacionados, I” (1931) y dice así:
A
cada clase k w-consistente y recursiva de formulae corresponden signos de clase
r recursivos, de tal modo que ni v Gen r ni neg(v Gen r) pertenecen a flg(k)
(donde v es la variable libre de r)
Como dice Hofstadter en
su magnífico libro “Gödel-Escher y Bach un Eterno y Grácil Bucle” "el artículo se redactó en alemán, y da la impresión
de que sigue en alemán”. Una traducción más comprensible sería esta:
“toda formulación axiomática de
teoría de los números incluye proposiciones indecibles”
Otra traducción podría ser:
“esta proposición de teoría de
los números no tiene ninguna demostración”
Que se parece mucho a la paradoja
de Epiménides original. El concepto de
demostración es difícil de comprender para los no matemáticos, si no en una
forma bastante vaga. La obra de Gödel se inscribe como episodio en el largo
esfuerzo de los matemáticos por explicarse a sí mismos lo que son las
demostraciones.
El sistema de
razonamiento al que se refiere la
palabra “demostración” es el de los principia Matematica (P.M.) de Bertrand Rusell y Alfred North Whitehead, publicada entre 1910 y 1913.
Antes de los P.M. Gottlob Frege había
publicado ya un primer intento tratando de sistematizar toda la matemática en
base a la pura lógica, pero Bertrand Russell, le envió una carta en la que le planteaba una paradoja que generaba una contradicción en su sistema de axiomas con lo que Frege se dio cuenta que su obra de sistematización
quedaba en entredicho.
Varios años
más tarde el propio Rusell y otro matemático, Alfred North Whitehead, intentaron reparar el daño hecho por su paradoja, al edificio de la lógica
matemática, escribiendo una obra que titularon Principia Mathematica. Desarrollaron
un sistema matemático de axiomas y reglas de inferencia, con el objetivo de traducir
en su formalismo todos los tipos de razonamientos matemáticos correctos. Todo
estaba especialmente cuidado para impedir los tipos de razonamiento paradójico
que conducían a la propia paradoja de Russell.
Posteriormente,
el matemático David Hilbert intentó establecer un sistema más comprensible en el que se incluirían
todos los tipos de razonamientos matemáticamente correctos para cualquier área
matemática particular. Su pretensión era que fuera incluso posible demostrar
que el esquema estaba libre de contradicciones. Entonces, las matemáticas
estarían situadas, para siempre, sobre unos fundamentos inatacables.
Pero en
1931 Kurt Gödel, con 25 años, publicó el artículo comentado más arriba y
desmontó, definitivamente, la estructura de la lógica matemática, que se
suponía completa. Desde entonces el mundo está carente de perfección en
cualquier área del conocimiento, existiendo siempre resquicios por los que el
sistema hace aguas.
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